miércoles, 30 de noviembre de 2011

Captura

(final)
Al fin estaba en la calle. Tenía toda mi concentración en escapar a la menor oportunidad que me diera el sargento de mi batallón. En su menor distracción, yo la aprovecharé para huir de este lugar desolado. Tengo prisa por convertirme en un héroe, o por salvar mi vida.
Siempre he pensado que los héroes se hacen por casualidades, por estar en el momento correcto, por estar en el momento incorrecto, por necesidad. En mi caso yo sería un héroe por necesidad. El país necesita de iconos nuevos, y yo estaba dispuesto a ser uno. 
La mayoría de los que estaban en mi batallón, se les notaba con miedo. En cambio yo me sentía muy entusiasmado a pesar de que existía la posibilidad de morir, pero esa posibilidad está en todo momento, y al estar consciente de eso me daba ventaja para mi objeto: escapar.
Empece a caminar con el batallón, y en todo momento buscaba un lugar donde esconderme para posteriormente largarme del país. Me lamento por no haber dedicado mi vida a jugar videojuegos como algunos otros de los muchachos del batallón. De haberlo hecho sería un experto en estrategias militares, sabría apuntar las armas y siempre dar en el blanco, podría escapar. 
Aún puedo escapar. Sólo tengo que encontrar el momento. Si hay una emboscada podré disparar contra todos. Incluso hasta contra los militares. Estuve mucho tiempo entrenando con ellos y nunca logré entablar una relación. Todos parecen ajenos. Me da igual si mueren todos. No dudaría en dispararles con tal de escapar.
El momento llegó. Nos encontramos con un grupo de narcos. Empezó el intercambio de fuego. Rápidamente corrí atrás de un carro para refugiarme de las balas. Esperé ahí unos momentos para poder escapar aunque sea de las balas. Ahora si empezaba a sentir miedo. Me asomé a ver a mis compañeros y el número se reducía. Era mi momento de escapar, cuando me levanté y sentí como una mordida en la pierna. Caí inmediatamente. 
Después de eso, solo recuerdo que me llevaban los narcos a otra camioneta. No decidieron matarme en ese momento. Espero que no lo decidan en nunca. 

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Setiembre


(Final)
Fue emocionante para mí descubrir que la palabra setiembre es correcta, pues era como descubrir un treceavo mes. Un mes oculto en el calendario con fechas inimaginables, que en el mes de septiembre no existirían, pero en setiembre serían posibles. Quizás en el nuevo mes habría más de treinta días, y completaría todos los días perdidos del año. Con suerte, y en un día de este mes al fin pudiera salir del campo militar.
Los días corrían, como de costumbre, lentos, y aún no había fecha para que yo saliera a combatir con mis nuevas habilidades militares. Me sentía preparado para salir a la ciudad, combatir en la guerra y después huir del país. Tal vez llegar al sur de América sería lo mejor. La guerra del narcotráfico se ha extendido a casi todo el continente, pero el país más afectado sin duda es México.
Así que el plan ya estaba listo. Sólo esperaba a que me dieran la orden para salir a combatir y emprender mi huida. Pasaron algunos días y al fin me ordenaron ir a la batalla. Me sentía emocionado, pero todavía sabía que no era parte de la guerra y que no era mi responsabilidad y mucho menos mi obligación pelear en ella. Me informaron que me llevarán a la ciudad, ya que yo había vivido toda mi vida ahí y sería mejor mi desempeño en un lugar conocido. Mientras tanto ya estaba imaginando mi libertad. Me imaginaba que me recibirían como un héroe en algún país sudamericano: me gustaría que fuera Colombia. No se el motivo de mi elección del país donde me refugiare, creo que solamente lo he elegido para tener alguna meta y no dejar ningún cabo suelto.
Y ahora es momento de que me mueva a la ciudad. Estoy disfrazado de militar, ya que sólo aparento serlo. El escuadrón y yo vamos en una camioneta con torreta. Yo voy en el asiento del copiloto. Llegamos a la ciudad, y curiosamente hoy es un día del mes de setiembre, un mes en el que cualquier cosa puede pasar. Hasta mi huida es posible. Desciendo de la camioneta y me es grato estar en la capital. Parece diferente a como la conocía, se nota vacía, pero no por eso deja de ser agradable. En un día de setiembre me exiliare a Colombia y seré un héroe. 

lunes, 14 de noviembre de 2011

Expansión

(Final)

Han pasado tres meses desde que llegué al campo militar. Tengo la sensación de que el campo está expandiendose. tres meses es suficiente tiempo para conocer un lugar de un tamaño considerable, el cual he recorrido una y otra vez. El campo es diminuto comparado con la ciudad, y mi experiencia de supervivencia en la ciudad han hecho que pueda adaptarme al campo. La similitud entre la ciudad y el campo militar es abrumadora. hay que despertar temprano, tanto que aún parezca de noche, bañarse para despertar por completo, desayunar en 15 minutos exactamente, ir de un punto a otro a la misma hora todos los días, llegar lo más rápido posible, regresar a comer con perfecta puntualidad, ir a otro punto, tener adiestramiento, cenar, regresar al dormitorio y dormir. Casi siempre es la misma rutina. A veces con más actividades, y otras con menos. Al igual que en la ciudad las distancias parecen ser cada vez más largas. La rutina es agotadora, y el tiempo se va desacelerando conforme pasan los días. Eso hace las distancias largas, y después de 3 meses, eternas. 
Apenas y hablo con el resto de los reclutas. Estoy concentrado en salir de aquí y es preferible hacerlo solo. Huir con alguien sería estorboso. Yo no entiendo por qué a los militares les gusta correr tanto. Cualquier error en esta rutina perfecta amerita correr hasta tener ampollas. Supongo que son tan cobardes que es lo único que necesitan hacer bien, y yo soy tan cobarde que es lo único que quiero aprender a hacer bien para largarme de aquí. 
Ya que el campo ahora es inmenso a comparación de cuando llegué, tengo que mejorar mi condición para el momento en que me lleven a batalla: huir. Todavía no tengo un plan de que hacer después de mi huida. En este momento sólo me interesa aprender a mover mis pies lo más rápido que pueda, y tengo que acelerar mi aprendizaje o el campo será tan grande que después ya no pueda salir de aquí, o ya este tan adiestrado que perderé mi capacidad de razonar y obedeceré cualquier orden recibida. Mientras ocurra eso: volveré a correr.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Película

El asesinato de Alejandro fue inesperado. Mi captura era obvia. Me llevan en una camioneta camino a un campo militar, dónde me adiestrarán para formar parte del ejercito. Aún tengo grabado el momento cuando le dispararon a Alejandro. En mi cabeza está grabada la imagen del soldado disparando. La veo una y otra vez. Me siento vacío, inhumano, después de lo que presencié. Siento culpa por lo sucedido y creo justo que me lleven a un campo de concentración, que me hagan pagar la muerte de mi amigo. 
El viaje será largo. Uno de los capturados que iba conmigo en la camioneta, comentó que había escuchado que nos llevarían al norte del país, pues ahí tenían los campos militares dónde adiestraban a los nuevos soldados. Eso me daba tiempo a seguir lamentándome por lo sucedido. Presenciar un asesinato será lo más traumático de mi vida. Es como si yo hubiera sido el asesinado. Una parte de mi murió junto a mi amigo. 
Dentro de la caja de carga de la camioneta se encontraban 6 capturados ademas de mí. Todos se encontraban espantados. Nadie comentaba nada y apenas se encontraban las miradas, se rechazaban. Nadie se podía mirar a los ojos. Todos parecían sentir pena por ellos y por los demás, y yo como de costumbre, observando. 
Apenas alguien intentaba acercarse a platicar conmigo y le daba la espalda. No quería hablar. No me importaba la vida de los demás, solamente quería llegar, que me disfrazaran de soldado y salir a disparar contra cualquier cosa que se moviera. Antes no hubiera pensado de esta manera, pero por lo sucedido lo haría con gusto.

Apenas llevo un par de horas en este sitio y me empiezo a impacientar. Serán mas o menos 15 horas de camino. Con suerte y los soldados harán alguna parada y podré beber algo. En la caja de carga no hay absolutamente nada. Solo un olor fétido, supongo que de alguien que no resistió el miedo de lo que nos iba a suceder, pero como nadie se atreve a mirarse, no podré saber de donde proviene ese olor. Intentaré dormir y eliminar todas las imágenes de mi cabeza. Con suerte y esta vez no despierto.

martes, 1 de noviembre de 2011

Sin título


Al contestar la llamada de Alejandro me dice que esta cerca de mi casa. Pasan 10 minutos de la llamada y llega a mi casa, toca la puerta y le abro. Instantes después se escucha un fuerte golpe. Eran los soldados intentando entrar, me asomo a la puerta y me doy cuenta de que han logrado entrar. Con rápidos movimientos, gritos y golpes al cuerpo, agarran a Alejandro. Patean sus piernas, se dobla, Cae al suelo y le apuntan con un arma casi tan larga como el propio brazo de un soldado. 
No me di cuenta ni de como me derribaron y ya estoy amarrado a una silla del comedor de mi casa. Unas sillas horribles, pero tan duras como troncos. No las rompería ni tirándolas de un quinto piso. Volteo a mi lado izquierdo y esta Alejandro amarrado a otra silla, con un saco en su cabeza y las piernas llenas de sangre.
Espero que no estemos muertos. En esta situación no se diferenciar entre estar vivo y estar muerto. Le grito a Alejandro su nombre para que despierte o para comprobar si vive, y sacude su cabeza. Me siento aliviado por un momento, aún no lo han matado. 
Parece que han pasado horas de estar aquí. Se escuchan pasos provenientes del baño. Solamente quedó un soldado con nosotros y eso me asusta más, pero ocultaré mi temor y fingiré valentía y si es posible hasta osadía.
El soldado me ha dicho que sabe que Alejandro forma parte de un cartel. Eso me hace pensar y me asegura que lo matará. Nadie se salva si es capturado. La única manera de que Alejandro salga de esta casa es estando muerto. 
Espero que mi suerte no sea la misma de Alejandro. Prefiero ser arrestado o reclutado a morir molido a golpes por un simio vestido de verde o un soldado prepotente que para mi es lo mismo. 
Lo siguen golpeando y le pregunta por alguien llamado Miguel, pero al soldado pareciera no importarle lo que esta preguntando sino parece más preocupado por asestar golpes. Alejandro no ha dicho una sola palabra, y me he dado cuenta de que desde que llegó aquí no he escuchado su voz. Al parecer su lealtad puede ser más grande que su vida. 
Lo sigue golpeando y a mi me tiene de espectador. 
El soldado desenfunda su pistola, la pone en la cabeza de Alejandro, le dice que ya esta casando y dispara.